viernes, 30 de mayo de 2008

Bajo los adoquines no estaba la playa

Acaba el mes de mayo y parece que remite la “brasa mediática” que inundó la primera quincena. Por tanto, parece buen momento para realizar nuestra modesta aportación.

1968 fue un año fascinante aunque deja un poso de tristeza, de derrota, de lo que pudo ser y no fue. De pérdida de espíritu crítico y rebeldia. Y aunque desde nuestro eurocentrismo lo centramos en París su alcance fue mucho mayor.

La ofensiva del Teth, la Primavera de Praga, la matanza de Tlatelolco, el Black Power, los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King forman parte de nuestra memoria colectiva. Vietnán, Checoslovaquia, México, Japón, EE.UU, Francia y América Latina vieron como en sus calles se levantaban barricadas y como se predicaba una revolución mundial que parecía inminente.

Se era realista y se pedía de lo imposible. Pero no pudo ser. Debajo de los adoquines no estaba la playa. Y muchas de las reivindicaciones de 1968 aún siguen pendientes.

Y los que morían en Vietnán y después en Bosnia, ahora mueren en Bagdad.

Papá cuéntame otra vez:



1968: El año de las rebeliones en el mundo

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